El doctor Doyle

En este capítulo Kapuściński empieza describiendo el cochambroso apartamento de dos habitaciones en el que vive durante su estancia en Dar es Salam. Cuenta la sorpresa que se lleva cada vez que, al volver de uno de sus largos viajes, encuentra el lugar infestado de todo tipo de insectos con los que ya se ha acostumbrado a convivir, sobre todo por las noches, cuando los mosquitos lo acosan sin dar tregua.

Una de esas calurosas noches, Kapuściński de se despierta con la almohada empapada en sangre proveniente de su boca, así que decide ir a ver a un médico. El primero que visita resulta no poder atenderle y le remite al Dr. Doyle, un irlandés que en seguida hace buenas migas con el periodista. A Kapuściński se le cae el alma a los pies cuando el doctor le diagnostica tuberculosis; sabe que no puede volver a Polonia, ya que eso significaría perder la irrepetible oportunidad que le ha sido concedida al ser el único corresponsal fijo en África subsahariana, pero tampoco tiene dinero suficiente para pagarse la estancia en el hospital. Por ese motivo decide ir al dispensario municipal, un centro sanitario gratuito para la gente pobre en el que le administrarán una inyección diaria.

Los encargados de este establecimiento son Abdullahi y Edu. A partir de este último, Kapuściński describe la tradición africana de poner a los niños el nombre de un acontecimiento importante del día de su nacimento. Edu, (de education) nació el día en que en su pueblo se abrió la primera escuela. Tanto éste como Abdullahi se llevan muy bien con Kapuściński, hasta el punto de que lo invitan a sus casas. Aquí es cuando el periodista aprovecha para describir los suburbios que rodean la ciudad de Dar es Salam, así como la rutina de las numerosas familias que tienen que subsistir día a día en casas extraordinariamente pequeñas. Llama la atención la forma que tienen estas personas de recibir a las visitas según describe Kapuściński, con una actitud extremadamente cortés hasta rallar el absurdo.

Lluís Campos 2ºBach-A