lunes, 16 de enero de 2012

Un día en la aldea de Abdallah Wallo


Las muchachas son las primeras en levantarse e ir a buscar agua; la aldea goza de tenerla cerca, en el río Senegal. Desde la mañana, aparecen ataviadas con sus ropas: vestidos de percal con estampados que tapan sus cuerpos. En la aldea hay muchísimos niños hambrientos que comen lo que pueden, cuando pueden.

En Abdallah Wallo no hay ningún animal doméstico, ni plantas, ni hierbas...sino que es el agua su mayor recurso. Ryszard Kapuscinski es el invitado de dos hermanos que trabajan en la ciudad, pero pertenecen a la aldea. Éstos le invitaron a acompañarles y una semana después de conocerlos en Dakar, inicia el rumbo hacia Abdallah Wallo en autobús. El transporte habilitado para doce pasajeros lleva a más de treinta a lo largo de diez kilómetros por la sabana seca.

Después de las mujeres y los niños, salen de las chozas los hombres para empezar sus oraciones.
Luego, comienzan una ceremonia de visitas a toda la aldea. El ritual consiste en hacer preguntas del tipo “¿Cómo has dormido?“ a todos los habitantes, de manera individual. Ahora, parte de la gente se va a trabajar a tierras lejanas, ya que las cercanas han sido explotadas al máximo.

Las mujeres, a su vez, preparan el “alimento” (solo comen una vez al día): arroz con salsa picante. Para ello necesitan ir a buscar leña, agua y comprar el arroz en el mercado.

Por la tarde, Kapuscinski va al río con su amigo y se introducen en el Sáhara. Vuelven de noche y en la aldea se oyen voces, ruidos...hasta que se produce el silencio.

Marina Perelló Díez.2º-Bat.A




En la aldea de Abdallah Wallo las primeras personas que se levantan son las muchachas cuando bajan al río a buscar agua. Kapuscinski nos describe la vida sencilla y extremadamente pobre de este poblado en unas condiciones marcadas por el desierto. Cuando los recipientes de agua hacen ruido al ser colocados al lado de las chozas es como si sonasen las campanas: aparece una multitud de niños, que al largo del dia se dedicarán a buscar comida. De esta manera nos va describiendo, paso a paso, la vida en una aldea donde no hay ni perros, ni gallinas, ni vacas. Tampoco hay plantas, ni hierba, ni huertos, ni jardines. Solo hay personas, bajo un sol ardiente, luchando para sobrevivir. Sol, personas, tierra reseca y el río.


El trayecto desde Dakar hasta la aldea esta lleno de detalles: los vendedores, la indicnación de un conductor robado, la sensación de agobio de los pasajeros amontonados, la comida ritual del arroz en círculo, el camino apié a través de una sabana seca i quemada.


La vida en la aldea sigue las mismas pautas de siempre. Los hombres rezan y se saludan, se van al campo a trabajar; mientras las mujeres preparan el alimento. Los campos son lejanos. Cerca de la aldea hace años que ya no crece nada. Cultivar la tierra quemada del Sahel representa un gran esfuerzo y los hombres, débiles y mal alimentados, deben dosificar sus energias. En la aldea el trabajo de las mujeres va dando sus frutos: la leña es recogida milagrosamente en unos parajes donde ya no hay arboles ni arbustos; hay que volver al río a buscar mas agua; hay que comprar arroz sino se tiene en reserva y al mediodía todo se paraliza.

Por la tarde se acercan al río, inmenso en su costante fluir. Solo hay agua, ni rastro de vegetación. Surge la pregunta: ¿por que motivo el agua no se utiliza para mejorar la vida de las personas?


Cuando vuelven a la aldea no hay luz, no se puede desperdiciar combustible, no se ve nada. Se oyen voces, relatos ancestrales que poco a poco se van apagando.


Miquel Morro 2º Bachillerato C





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